“Querido Olentzero”:
Me llamo Mikel y tengo 12 años. Este año me he portado muy bien: he hecho todos los deberes y no he discutido con mis padres. He hecho muchos amigos y he sacado muy buenas notas en el cole. Por eso, quiero pedirte lo siguiente: un perro, un patinete y un juego para la Nintendo Switch.
¡Muchas gracias!
«Mikel”
“Kaixo, Olentzero!
Irati naiz eta 10 urte ditut. Aurten oso ondo portatu naizenez, opari hauek eskatu nahi dizkizut: walkie-talkie batzuk, katu bat eta jostailuzko kamioi bat.
Eskerrik asko,
«Irati”
“Querido Olentzero:
Somos Adur y Oihane y este año nos hemos portado muy bien. Queremos pedirte que nos traigas un perrito…»
Olentzero dobla la última carta antes siquiera de terminar de leerla. Se frota la frondosa barba con una mano mientras con la otra se rasca la cabeza, pensativo. Hace ya un tiempo que empezó a recibir estas peticiones, pero cada vez le cuesta más salir airoso del entuerto. Definitivamente, tendrá que pensar en alguna forma de contentar a los niños al mismo tiempo que se asegura de que esos animales van a vivir una vida plena. <br>
Se levanta de la silla para cortar leña, es octubre y de la misma manera en la que él ya está preparándose para Navidad, el tiempo también ha comenzado su lento pero continuado cambio. Se sienta enfrente de la chimenea, reclinándose con cuidado para calentarse las manos. Por más que le de vueltas a la cabeza, no consigue dilucidar nada. Sin embargo, se le ocurre que quizá sería buena idea llamar a Mari Domingi, ya que ella suele ser bastante más audaz para estas cosas. La conversación fluye y la tormenta de ideas de la mujer abruma al carbonero, ¡hay que ver lo resolutiva que es! Cuelga el teléfono no sin antes darle las gracias por su ayuda y le promete que la mantendrá informada sobre el asunto.
Olentzero se pone manos a la obra: empieza a teclear las primeras palabras de una carta que por primera vez en toda su trayectoria está dirigida a los padres en lugar de a sus hijos. Reconoce que al principio le cuesta encontrar las palabras adecuadas, pero a medida que va avanzando, su mente organiza todas las ideas y las refleja de la siguiente manera:
“Queridas familias:
Soy Olentzero, vuestro carbonero de confianza y quien llena de ilusión los ojos de vuestros hijos e hijas en Navidad. Entiendo que esta carta os pille desprevenidos, no es mi intención alarmaros, ¡justo lo contrario! Os escribo pidiendo vuestra colaboración para que las Navidades de este año sean tan bonitas como las de los años anteriores y, sobre todo, para que sigamos disfrutando de unas fiestas felices rodeados de nuestros seres queridos.
Desde hace un tiempo estoy recibiendo muchas cartas donde vuestros hijos me expresan que su mayor deseo es tener un animal: bien sea un perro, un gato, un conejo, etc. Entiendo que todos estos pequeños seres llaman la atención de cualquier niño y que pueden ser miembros fantásticos de las familias. No obstante, también ha llegado a mis oídos la noticia de que muchos de estos animales acaban abandonados en cuestión de meses o años. No quisiera repetir este hecho tan desafortunado, por lo que pido vuestra colaboración para asegurarme de que el futuro de todos estos animales no se torne oscuro.
Por este motivo, a partir de este año os pediría que la carta la escribierais todos los miembros de la familia. A ningún niño le gustaría saber que su precioso perro ha acabado en una fría jaula añorando a la que una vez fue su familia. Cuidar de un animal es un compromiso a largo plazo y todos y cada uno de los integrantes de la familia tienen que estar de acuerdo con esta decisión para poder compartir los cuidados y la atención que ese animal va a requerir. Sería interesante que me explicarais también cuál serían las responsabilidades de cada uno, de esta forma yo me quedaría mucho más tranquilo. Creo firmemente en que los animales y los niños pueden convivir perfectamente, pero para ello recordad que los adultos tenéis que comprometeros a poner de vuestra parte tanto para el bien de vuestros hijos como para el bien del peludo.
Asimismo, si en una familia no llegáis a un consenso, me gustaría que tomarais el tiempo de explicárselo a los niños debidamente. Por el estilo de vida tan ajetreado que lleváis muchos de vosotros es normal que no tengáis tiempo o ganas de responsabilizaros de otra vida. Os animo a que compartáis todos estos pensamientos con vuestros hijos, puesto que obtendrán un gran aprendizaje de esta conversación, aunque quizá al principio no quieran entender vuestra postura.
Por mi parte, ya he empezado a contactar con protectoras y con perreras para informarme de todos los animales que buscan una segunda oportunidad. ¿Qué mejor que hacer de unión entre una familia que desea un animal y un animal que desea una familia? Me sentiría realmente afortunado creando este vínculo tan especial entre vosotros.
Podría alargarme mucho más, pero creo que con esto queda todo dicho. Si tenéis alguna duda podéis contactar conmigo.
Felices fiestas,
Olentzero”